Soluciones


1. El poema compuesto en honor de Guillermo, mariscal de Inglaterra, muerto en 1219, ofrece una de las relaciones más preciosas de la muerte de un príncipe de aquellos tiempos. Guillermo, que deseaba morir en su casa, se hizo conducir a una de ellas en cuanto se agravó su mal. Una vez allí, convocó a todos los suyos, y en primer lugar a su hijo primogénito, a fin de que todo el mundo le escuchara disponer de su herencia, escoger su sepultura y le vieran todos, cambiando de hábito y tomando el de templario, ingresar plenamente en otra fraternidad mientras besaba por última vez a su esposa. Una vez acabado aquel ceremonial de la ruptura, muy semejante al que se cumplía cuando el jefe de la casa abandonaba su mundo privado para emprender un viaje, se despoblaba la escena; aunque al moribundo no se le debía dejar solo. Sus allegados se turnaban para velarlo día y noche; y poco a poco se iba despojando de todo. Había comenzado por ceder aquello de lo que no era sino el depositario: el patrimonio. Ahora renunciaba a todos sus bienes personales; saldaba sus deudas, implorando el perdón de aquellos a los que había perjudicado en vida; pensaba en su alma y confesaba sus pecados. Finalmente, a punto ya de morir, las puertas del más allá comenzaban a entreabrirse para él; Guillermo vio cómo dos hombres resplandecientes de blancura vinieron a apostarse el uno a su derecha y el otro a su izquierda. Al día siguiente, a mediodía, se despidió, pero fue una despedida privada, de su esposa y de sus caballeros.

DOMINIQUE BARTHÉLEMY, GEORGES DUBY y CHARLES DE LA RONCIÈRE, Historia de la vida privada. Poder privado y poder público en la Europa feudal. Edit. Taurus

2. —Esa chica no es de aquí, ¿verdad? —preguntó Conchita.
—No. Es de Zamarra.
¡Buen pueblo! —exclamó Nieves— ¿Y esa qué pinta aquí?
¿De mecanógrafa o de dependienta?— preguntó irónicamente Nieves.
¡Nieves! —dijo el padre alzando la voz
—Era pura curiosidad. —se disculpó Nieves— ¡Como cada mes le conozco una novia! La última, peluquera; la anterior, la hija del portero de los Aguirre...
¿Tiene algo de malo? —dijo Pablo iracundo— ¿O es que todas tienen que ser señoritas inútiles? ¿O es que un colegio de monjas cambia la sangre a las personas?
¡Pablo, no saques los pies del tiesto! —amenazó el padre— Tu hermana no te ha dicho nada grave que te dé derecho a esa violencia. —Come, hijo. —sugirió la madre.
—Pues será lo que quiera, pero es muy guapa. —dijo Conchita.
¡Déjalo ya! —sentenció el padre.
La conversación se parceló. El padre y sus yernos volvieron a los negocios. La madre y Nieves hablaron de la boda del mes. Conchita y Pablo se sonrieron, cómplices.

IGNACIO ALDECOA, Fuera de juego en La tierra de nadie y otros relatos. Edit. Salvat