1. Lee como tus lectores: imagínate por unos
momentos que tú eres el lector. Lee el texto desde
su punto de vista y detente en cada párrafo. ¿En
qué piensas? ¿Lo entiendes? ¿Estás
de acuerdo?
Apunta todas tus impresiones y, cuando termines, analízalas
desde tu óptica de autor/a. ¿Qué puedes
hacer para evitar lo negativo que ha pensado "el lector"?
2. Pide ayuda a un compañero o a una compañera
de clase: pídele que lea tu escrito y que te
lo comente. Prepárate las preguntas que le harás,
lo que te interesa que te diga. Escucha con atención
su opinión y no le interrumpas. Aprovecha las ideas
que puedan mejorar tu texto pero recuerda que no tienes
la obligación de hacerle caso en todo.
3. Oraliza el escrito: Lee tu texto en voz alta
como si estuvieras diciéndolo a tus lectores. Escucha como
suena. ¿Queda bien? ¿Te gusta? Corrige lo que puedas mejorar.
4. Compara los planes: Compara la versión final
de tu escrito con los planes iniciales. ¿Has olvidado algo?
¿El texto responde a tus objetivos? ¿Mantiene la estructura
prevista?
5. Prueba fluorescente: lee el texto y marca con
un rotulador de color las oraciones e ideas principales
del texto. Luego comprueba que lo marcado ocupe las posiciones
importantes del escrito: títulos, oraciones temáticas de
párrafo, principio de oraciones, etc. También puedes utilizar
la prueba del fluorescente con otras finalidades: verificar
el número de ejemplos del texto, la cantidad de verbos en
forma pasiva, etc.
6. Ordenador: Verifica tu texto con un ordenador.
Utiliza las sugerencias de corrección ortográfica y tipográfica,
sinónimos, reformulación de oraciones, etc. Las máquinas
detectan imperfecciones u olvidos que no descubrimos con
el ojo humano.
7. Mejorar el producto: aunque el texto cumpla con
tus propósitos, todavía puedes mejorarlo. Pregúntate: ¿cómo
puedo mejorar el escrito?, ¿cómo puede ser más claro, más
atractivo, más informativo?
Elaborado a partir de CASSANY, Daniel; GARCÍA DEL TORO,
Antonio (1999). Recetas para escribir. San Juan (Puerto
Rico): Plaza Mayor.