Nos volvemos a encontrar con nuestro viejo amigo, bueno, nuestros viejos amigos: el niño, su perro, su tortuga, y su_ rana. Están en el cuarto del niño, un cuarto que, bueno, no vemos mucho pero parece que al niño le gusta bastante. Tiene su chaqueta en la silla y parece que se está arreglando para ir a un sitio de gala. Se mira en el espejo, se arregla la corbata_ vaya, muy apañado el chico. El chico le dice a sus amigos que no pueden ir con él, y el perro parece muy triste, y la tortuga también, se esconde en su caparazón, y el perro, pues pone cara de perro abandonado nunca mejor dicho. Pero la rana aprovecha un despiste y se mete en el bolsillo de la chaqueta de su amo. Así que toda la familia se va al completo: la hermanita, el chico, y los padres del chico. Les dicen adiós a sus amiguitos en la puerta, que se van a ver después de la cena y se van. Pero la tortuga se va con ellos. Llegan a un restaurante muy bonito, parece un restaurante de moda, con un aparcacoches muy bien arreglado, muy bien vestido; los padres también van muy arreglados parece que vayan a una cena de gala y el padre habla con el chofer, le dice: “Bueno, luego recogeremos el coche”. Los niños están mirando por la ventana del restaurante, y no acaban de entender muy bien lo que ven. La rana, muy contenta. Nadie se ha dado cuenta que está allí, pero va con ellos. Así que se sientan a la mesa, y empiezan a leer el menu. El metre les dice que hay para especialidades: “Pues miren esta noche pueden tomar...” y todos parecen muy interesados a lo que les están diciendo. De fondo en el restaurante tan elegante hay una orquesta que toca jazz. Hay un tambor, hay un saxo, una trompeta_ Los músicos también van muy bien vestidos, con pajaritas, corbatas, y fracs. La tort- la rana no ve el momento de hacer de las suyas. Salta del bolsillo y se va hacia los músicos. ¡Qué horror! Se mete dentro del saxofón y el músico venga a soplar, venga a soplar, venga a soplar, y no sale nada. Paran de tocar porque claro, no pueden seguir, y el músico decide mirar a ver que es lo que obstruye su saxo, pero no ve nada. Los músicos extrañados piensan: “¿Qué puede haber pasado?” hasta que la rana decide_ ¡momento de salir! y salta a la cara del pobre saxofonista. El resto de músicos le mira despavoridos, “¡Qué horror! ¡Una rana en este restaurante!” Y debido a la impresión, el saxofonista se cae encima del tambor. ¡Qué desastre! La rana siempre haciendo de las suyas. Los músicos discuten, porque se ha roto el tambor del otro_ de uno de ellos, y el trompetista se ríe, # no sé, quizás le parece gracioso aunque parece que al resto de clientes_-- no piensan así. La rana dice: “Bueno, pues como aquí no hay nada más que hacer, vamos a otro lado” y se mete dentro de un plato de ensalada que lleva uno de los camareros. Madre mía, ¿qué puede pasar ahora? El camarero le sirve la ensalada a una mujer que lleva un sombrero horroroso: todo lleno de flores_ bueno, algo que no parece_ muy normal, hoy en día. Le sirve su ensalada, le sirve su copa de vino, y la mujer parece muy satisfecha. Pero cual es su sorpresa cuando se lleva la primer tenedor a la boca y ve a nuestra amiga la ranita en su plato. “¡Socorro!” La mujer se cae de la silla, se ha llevado un susto de muerte, y la rana también, porque claro, no se esperaba este grito. Del susto que se lleva, la rana se va saltando a otro lado, y va a caer dentro de una copa de un caballero, que está con su esposa celebrando algo, tal vez sea su aniversario. La mujer se queja al camarero: “Es que no hay derecho, mire como me ha dejado mi fantástico gorro y ¡por dios, me he encontrado la rana en mi plato!”. El hombre que estaba bebiendo de la copa, y que está con su mujer, también descubre a nuestra amiguita en su vaso. “Mm...” piensa otro de los músicos “esto ya sé de que viene todo lo que ha pasado”. Así que uno de los músicos intenta coger a la rana, que está observando a los otros dos: al señor hm que tenía la copa en el que estaba ella, y a la mujer que está a punto de desmayarse. Sí, es que estos mayores son más exagerados... Hasta que el músico decide coger a la ranita por sus ancas y se la lleva fuera. Pero el niño se da cuenta: “¡No, por favor, no se la lleven!” Los padres del niño le miran enfadados: “¡Callate! ¡Nos van a echar!” Pero el niño no quiere que se lleven a su amiga. Así que se dirige al camarero y le explica lo que ha pasado. “Mire esta rana es mía por favor no la saque, démela.” El padre parece un poco_ pensativo: “¡Madre mía! Por qué siempre me pasan a mí estas cosas”. Así que el camarer- el músico les dice: “De acuerdo, aquí tienen, pero váyanse y no vuelvan a poner los pies en este restaurante nunca más.” Así que se van los cuatro de la familia, rana incluida, hacia su casa. Mmm, que desastre. En el coche nadie habla con nadie. El padre conduce concentrado y bien enfadado; la madre mira al niño de reojo: “Qué desastre de hijo, siempre me monta un lío, siempre”. Y la hermana está sentada al lado del niño, pero, no quiere hablar con él. La rana está en el regazo de nuestro amigo, pero parece muy asustada: “¿Qué habré hecho para que estén todos así?” Cuando llegan a casa el padre envía al niño, rana incluida, al cuarto. “¡A dormir! ¡No quiero saber nada más de ti hasta mañana!”. La madre calma el marido: “Bueno, cariño, ya ha pasado todo, tranquilo” y la hermana le saca la lengua a su- al niño. El perro y la tortuga le esperan en la puerta del cuarto. “¡Ay! Sí es que esta rana siempre le mete en líos.” Y finalmente cuando llegan al cuarto, la rana y el niño se parten a reír. Ha sido una noche muy graciosa, seguramente no una de las que siempre pasan en casa.