¡Atención!

 

El diccionario de la Lengua española nos ofrece una descripción objetiva -de acuerdo con las expectativas del lector que lo consulta-, según la cual "gris" es definido así:

Dícese del color que resulta de la mezcla de blanco y negro o azul.

En cambio, J.V. Marqués, en un artículo periodístico, nos ofrece una descripción que, partiendo de una aparente objetividad, se convierte muy pronto en subjetiva:

Conjunto de colores que se parecen entre sí como un huevo a una castaña. Entre el traje gris de los oficinistas y ejecutivos y el de los peces hay todo un mundo. Hay el gris perla, el gris cielo siderúrgico, el gris mar tempestuoso, el gris marengo, el gris de la época, el gris de Picasso, el gris de Juan Gris...

Color de las batas a rayas blancas y azules de los colegios, de la "cartilla de racionamiento", color mostrador de la posquerra, del esperma traslúcido de las mastrubaciones vicarias y culpables de nuestra adolescencia, de las camisas azules de Falange, de los misales negros, de los abriguitos beige, las blusas blancas y las faldas escocesas, de las entradas de cine de barrio con NODO y tres películas y de don Laureano Pérez Rodó. El color del franquismo se obtenía, probablemente, de partículas de sotanas negras que no llegaban al cielo, del polvillo que se adhería a los blancos trajes de novia y de primera comunión, de los uniformes de la policía estatal, del cimiento de los edificios que se acometían, de los gerundios de la prosa académica y judicial, del roce de los codos de los funcionarios sobre mesas y mostradores, de las partículas de tabaco negro de mala calidad, de los editoriales de obligada inserción y, quizás, de un vertido de basura hecho clandestinamente por las democracias occidentales libradas de toda solidaridad con los pueblos de Iberia.