Castellet, José María

Castellet, José María Josep M. Ramis dc., 09/05/2012 - 17:28

Notas sobre la situación actual del escritor catalán

Notas sobre la situación actual del escritor catalán

    I

    Si un breve análisis de la situación actual del escritor en España (1) nos dió como conclusión que dicha situación era deficiente en el conjunto del proceso que va desde la formación cultural del escritor hasta sus posibilidades de expresión, un más somero análisis nos permitirá comprobar ahora que el escritor catalán une a las comunes deficiencias formativas y de expresión de los escritores españoles en castellano otras que afectan esencialmente a su condición de escritor y le convierten seguramente, entre todos los que escriben hoy en España, en el que menos posibilidades tiene de lograr una obra propia totalmente auténtica, eso es, inserta en un mundo cultural, el suyo, y libre dentro de él.

    II

    Las primeras, peores y casi insalvables dificultades con que puede encontrarse un escritor son las que se refieren a su propia lengua. En este sentido, solo nacer a la vida - no ya a la literaria, sino a la de comunicación hablada - se encuentra el futuro escritor catalán que su misma lengua es, ante todo, un problema, una cuestión a resolver. Por si fuera poco, un inevitable bilingüismo añade inevitables confusiones a los problemas que plantea la propia lengua. Ser catalán, aún viviendo en Cataluña, es ser traductor. El que piensa, habla y escribe en catalán traduce - quiéralo o no, pues ese traducir es automático y por ello peligrosamente influyente sobre la lengua, ya que actúa sobre su inconsciente - siempre que se refiere a materiales adquiridos por los más corrientes métodos informativos. Así, traduce cuanto le llega a través de periódicos, revistas, radio, libros, etcétera, como traduce cuando asiste a una conferencia o a una sesión de cine. Y ese esfuerzo, por automático que sea e insensiblemente que se realice, dejará huella en sus más espontáneas manifestaciones orales o escritas.

    Le falta, pues, al escritor catalán un ámbito cultural, un mundo circundante en el que todas sus dimensiones sean expresa y directamente aprehensibles en catalán. No olvidemos que sólo en muy limitados años de este siglo -desde que a mediados del pasado se inciara la “renaixença”- pudo el catalán nacer en un ambiente cultural propio colmado por una tensión lingüística que se desarrollaba sin dificultades y que penetraba totalmente los aspectos más dispares de las vidas cotidiana y cultural.

    De estas consideraciones podemos entresacar una provisional división de los escritores catalanes en dos grupos, que habrá de servimos para precisar el tipo de dificultades que, con relación a la lengua, cada uno de ellos encuentra según su edad. En un primer grupo se reúnen aquellos escritores que se han formado o han podido desenvolverse durante el período de tiempo de máximas posibilidades lingüísticas. Para ellos, los problemas que se les presentan son los generales de una lengua literaria que está todavía en formación. En cambio, los componentes de un segundo grupo - los más jóvenes, los que no han alcanzado aquel período - a los problemas generales mencionados han de añadir los más específicos que se le plantean al autodidada que se ha formado y ha empezado a manifestarse en un ambiente difícil para el desarrollo de su lengua.

    III

    No se acaban con las del lenguaje las dificultades con que topa el escritor catalán actual. Salvadas las primeras, se encuentra inmerso en el mismo mundo de limitaciones que su colega castellano. Decíamos (2) que para éste esas limitaciones eran los obstáculos para obtener una libre información y para la consiguiente formación de una cultura al día, el escribir teniendo en cuenta una superior instancia censora y toda la serie de circunstancias económicas y culturales derivadas de la pobreza del país y de la incultura básica - analfabetismo, por ejemplo, según recientes estadísticas oficiales - del público al que el escritor dirige sus obras.

    Para el escritor catalán existen las mismas limitaciones en lo que se refiere a la libre información - agravadas por el hecho antes mencionado de tener que traducir constantemente - y a la instancia censora. Pero donde no puede ponerse el escritor catalán en igualdad de condiciones con ningún otro escritor peninsular es en el terreno económico. Exceptuando un par o tres de casos muy singulares, el escritor catalán no puede en modo alguno vivir de lo que escribe en su lengua.

    No es dificil comprobarlo. En un país donde la lectura es un lujo que pocos desean y muchos no pueden pagarse, el escritor -que no encuentra una lógica compensación a su trabajo –ha de optar entre restringir su especialización literaria –novela, poesía, ensayo– y dedicarse a escribir artículos para periódicos y revistas, guiones para la radio y el cine, traducciones, etc., o desdoblar su personalidad y dedicar un tiempo a otra ocupación económicamente, más productiva que la de escribir.

    Ahora bien, los escritores catalanes no tienen esa primera opción. Para ellos no existen periódicos, ni revistas, radio, cine o traducciones a los que acudir. El escritor catalán, pues, si no quiere perder contacto con su oficio y a la vez subsistir de él, tendrá que escribir en castellano. Y, entonces, se le presentarán los problemas que acosan a los que escriben en dos lenguas. Lo más probable será que, en fin de cuentas, no escriba bien en ninguno de las dos: el espíritu de la lengua no admite duplicaciones. (Esto lo acusa claramente el lenguaje de los escritores bilingües, séanlo por gusto - los menos –o por necesidad– los más.)

    El dilema que se le presenta al escritor catalán es, pues, el de subsistir mediante una profesión por, completo ajena a su vocación, con la consiguiente pérdida de tiempo y concentración, o dedicar una parte importante de su tarea de escritor a otra lengua, con el peligro de perder por esos andurriales su pureza lingüística.

    Sin solución económica por el momento, el escritor catalán sueña con futuras posibilidades de extensión de su lengua escrita que le permitan independizarse económicamente y dedicarse por completo al cultivo de su profesión.

    IV

    No es eso todo. El escritor catalán, como tal, se halla desplazado dentro de su sociedad, una sociedad muy sólidamente constituída en donde todos sus componentes ocupan su sitio. Todos, menos el escritor. La verdad es que éste ha perdido la mayor parte de la influencia que tenía sobre su sociedad como consecuencia de su falta de contacto con su público, amplio. Al faltarle los habituales medios de comunicación cotidiana –prensa, revistas– el papel del escritor catalán ha quedado convertido, cuando más, en el de un artista. Quiera o no reconocerlo, al escritor catalán –perdida la influencia y el respeto que le confería el portavoz de la Prensa– es poco menos que un desconocido entre los sectores más numerosos de su sociedad. Sólo algunos de aquellos autores consagrado antes de la guerra civil conservan parte de su prestigio social, si no respecto a su sociedad en conjunto, si en algunos círculos intelectuales y en otros más o menos snobs de la burguesía.

    Claro está que este de la progresiva desaparición de la influencia del escritor en su sociedad, es un fenómeno general de la vida española, pero en Cataluña se está consumando esta desaparición. Si difícilmente puede abordar un escritor en castellano temas de candente actualidad y tratarlos con objetividad y toda la crudeza necesaria ¿qué hará el escritor catalán sin posibilidades de contacto con un público amplio?

    (1) Notas sobre la situación actual del escritor_n España., LAYE número 20, octubre-noviembre de 1952, reproducidas por ALCALA. 10 de enero de 1958. Vid. pág. 17 del presente volumen.

    (2) Articulo antes citado.

    José María Castellet: Notas sobre literatura española contemporánea, Barcelona, Ed. Laye, 1955.

Josep M. Ramis dj., 10/05/2012 - 17:04