La nueva generación
La nueva generaciónLa nueva generación sabe que ha de hacer algo y que, ante todo, ha de deshacer mucho. Y si no se pone desde luego manos a la obra en punto a lo de deshacer, es que, a la verdad, no está segura de lo que debe edificar en substitución de aquello que se siente dispuesta a destruir.
He aquí las consideraciones del actual estado de los espíritus sugiere a un periodista francés El mundo, en este fin de siglo, se halla completamente falto de ideas, y sólo por ideas generales ha progresado siempre la humanidad. Un fenómeno que todo lo domina, es que las sociedades sólo han encontrado el orden necesario a su existencia en una idea universalmente aceptada, la cual, en su expansión, creaba un organismo bastante fuerte para resistir por largo tiempo todos los embates. Hubo un mundo helénico, un mundo latino, un mundo cristiano, un mundo feudal. Cada uno de estos mundos fundaba su fuerza en una idea, en una concepción de la vida. ¿Qué concepción existe hoy para dar fuerza a un pueblo o a una raza? Todas las ideas antiguas se desmoronan y desaparecen, y no queda en pie más que una vaga idea de justicia social. Pero esta idea, nacida de una concepción materialista de la vida, está todavía sin fuerza y no ofrece grandes esperanzas, porque se ciñe a una mera distribución de bienes e ignota el sacrificio al ideal y a la jerarquía, sin los cuales nada bueno pudieron nunca hacer los hombres para los hombres.
Efectivamente, el momento actual del pensamiento joven es, en apariencia, poco menos que el de un verdadero nihilismo.
Cuando de aquí a dos o tres siglos nos decía uno de loes más autorizados representantes de aquel pensamiento entre nosotros- se estudie nuestra época, y se vea por qué hombres y por qué sistemas nos hemos dejado gobernar políticamente, nuestros descendientes o se resistirán a dar fe a la evidencia histórica, o formarán de nosotros pobrísima idea.
Pocas almasjóvenes dejarán de adherirse a esa triste reflexión, y menos aún las habrá que por evidentes, por entusiastas que sean, osen dar un paso más adelante para afirmar concretamente su fe en hombres y en sistemas que puedan ventajosamente substituir a los que dan materia a juicios tan amargos,
No faltan temperamentos generosos que, por una especie de pudor moral, se indignan de la acusación de falta de ideales lanzada contra las nuevas generaciones, y afirman valientemente la existencia de un gran ideal latente en nosotros. Tal afirmación, sana y profunda, es nuestro único orgullo, nuestra defensa. No; no debemos sufrir, que porque no acertemos a condensar nuestras aspiraciones y nuestros anhelos en una palabra como la de razón, que empequeñecieron nuestros abuelos, o la de libertad, que han desacreditado nuestros padres, se nos tenga por espíritus apagados, por pozos secos, por perdurablemente inepto e impotentes,. No; mucho sentimos vibrar y moverse en nosotros, mucho anhelamos y presentimos, mucho tenemos que decir y mucho podemos hacer. Si lo diremos nosotros con nuestra propia terminología, si lo haremos nosotros con nuestras propias manos, no lo sabemos ni importa gran cos; porque sentimos bien intensamente que nuestra inefabilidad no es infecunda, que llevamos en nosotros gérmenes de grandes ideales y de poderosas energías, y que aún cuando sean los futuros hombres quienes hagan las futuras cosas, estas cosas serán también algo nuestro, porque aquellos hombres serán mucho de nosotros mismos. La flor de la vida dice Goethe- apenas tiene color ni forma; pero los opulentos racimos de uvas maduras y jugosas son deleite de los dioses y de los hombres. Aun estas mismas voces de negación cuyos ecos se hablan y responden de uno a otro ámbito del mundo político moderno, y que son la más explícita condena de muerte de los actuales sistemas de gobierno, ¿cabe reputarlas estériles? ¿Cabe desconocer su significación?
Últimamente en Francia MM. Benoist y Lamy han hablado en nombre de la nueva generación, y han reivindicado para ella el derecho de comprender y servir a la república de manera distinta de los hombres actuales, empezando por la más rotunda negación de los principios capitales que han inspirado el régimen político francés en la presente época: el principio antireligioso y el sistema de adulación a las masas. Monsieur Lamy ha presentado a losjóvenes de hoy como considerando con un gran respeto las creencias religiosas de sus conciudadanos, y como hostiles a toda manifestación de espíritu sectario: esto aun aquellos cuya fe religiosa es vaga o poco determinada, pero que, sabiendo sentir bien, comprenden lo sagrado y augusto de las cosas del alma y de la conciencia y el ningún derecho del poder político a entrometerse en ellas. Y enseguida ha increpado severamente a los actuales republicanos por no haberse preocupado ni un solo momento con sinceridad y desinterés del problema social; por haber endilgado sin reflexión ni estudio unas cuantas leyes con tendencias más o menos socialistas, con la exclusiva e interesada mira de atraerse la masa obrera como fuerza política; para explotar sus votos a cambio de satisfacciones engañosas y tal vez perjudiciales para todos. Mientras que a losjóvenes les interesa la cuestión social por sí misma, y la estudian teóricamente sin prevención alguna y prácticamente en la vida misma del pueblo con verdadero amor.
Esta amplitud, esta indulgencia intelectual, este considerar con amor la vida en todas sus realidades, es verdaderamente el signo moderno. Y no hay que tomar esta amplitud y este amor por cualidades pasivas de negación. La mejor prueba de que no son tales, de que contienen un principio activo y poderoso, es la rapidez con que gastan, corroen y aniquilan cuanto tocan, cuando el objeto de contacto no es asimilable o les es contrario. Un literato español que siente en alto grado lo moderno, dice en el prólogo de una traducción castellana de Los Héroes de Carlyle: Lo diré con franqueza: la filosofía de Taine, aunque muy respetable, ha envejecido más con su claridad y minucioso examen de las apariencias y sus nombres, que las intuiciones poderosas y profundas de lo que si llama el misticismo de Carlyle. No hay algo en esta afirmación que responde, aunque en un orden exteriormente distinto, a los ideales o, mejor dicho, contraideales políticos de Monsieur Lamy?
Pues bien, de Italia nos viene otra voz no menos significativa que en un periódico redactado por un grupo dejóvenes emprendedores que buscan orientación, deplora a propósito de la crisis que Italia esta atravesando- el imperio político de una mesocracia sin idealidad, cuya base es un parlamentarismo piatto. Y al hablar de ellos y de la mentada crisis, añade un articulista de la Nuova Antología: Una cosa urge principalmente, y es no mecerse en la ilusión de que un país pueda levantarse dentro del sistema a que debe su parábola descendente. Urge que el pueblo y el soberano adviertan acordes la gravedad de la crisis y salven a Italia de la terrible duda de si en un estado las libertades políticas sólo pueden vivir a expensas de las virtudes públicas.
Voces de negación por todas partes, voces de dudas de todas las juventudes, como saludando la aparición del gran problema moderno que se va levantando imponente y que Guyau, el maestro de losjóvenes, ha planteado en estos términos: El equilibrio, la conciliación de la individualidad siempre creciente, con el sentimiento de la solidaridad que va creciendo cada vez más.
Ante la majestad de este nuevo mundo de ideas, cuyos polos parecen ser el socialismo y el anarquismo, hay más sinceridad y más promesas en las dudas e inquietudes de losjóvenes, que en las escépticas o estériles afirmaciones de los que todavía tienen en sus manos el fantasma del poder social; así como en aquellos paganos que adoraban y sacrificaban ante unas figuras de dioses en quienes no creían, había un espíritu menos religioso y fecundo que en los que levantaron un altar vacío y le pusieron esta inscripción: Deo Ignoto.
Joan Maragall: “La nueva generación”, extret d'Obres Completes. Barcelona: Editorial Selecta, 1961.