• Usos más frecuentes

    Generalmente se utiliza para indicar un inciso dentro de una oración, función que comparte con los paréntesis y las comas. Sin embargo, los guiones introducen dentro de la secuencia un elemento de contraste, en general brusco (desde el punto de vista de la estructura sintáctica); mediante este signo, el escritor se desdobla e introduce una observación, un comentario personal o una ironía.

    a) El guión y los paréntesis

    Una oración que se encuentra entre guiones puede incluir otra oración u otro fragmento entre paréntesis:

    Casada a los catorce años con un hombre mayor que ella —entonces (en el siglo XVII) recomendaban que las chicas se casaran muy jóvenes y de este modo no tenían tiempo de enamorarse—, nuestra chica espera que su marido vuelva del mar.

    Cabe destacar que los guiones pueden ir en medio de la frase (el inciso se marca con guiones al principio y al final de éste), o bien al final de la frase (el inciso se marca con un solo guión, ya que el que iría al final de éste se omite delante del punto).

    b) Uso del guión en citas que incluyen intervenciones del citador

    A menudo, dentro de una cita, los autores utilizan los guiones para separar las intervenciones del citador:

    «Se podría dar el caso —de hecho, se da con bastante frecuencia— de que los valores de los que se habla —afirma Cela— tengan poca cosa que ver con los que condicionan la actuación de los demás».

    Como se puede observar, esta opción es ambigua, la solución preferible es utilizar una combinación equilibrada de comillas (para el texto citado) y comas (para separar de la cita las intervenciones del citador:

  • «Se podría dar el caso —de hecho, se da con bastante frecuencia— de que los valores de los que se habla», afirma Cela, «tengan poca cosa que ver con los que condicionan la actuación de los demás».

  • Errores más frecuentes

    a) Los guiones y el diálogo

    Suelen aparecer muchos problemas a la hora de utilizar los guiones en los diálogos. Los diálogos se marcan también con guiones; se abre la intervención del interlocutor con un guión y se marcan también con guiones (al principio y al final) los incisos del narrador.

    —¡Cómo llovió aquel día! —exclamó Sara—. Parecía no querer parar.
    *—¡Cómo llovió aquel día! —exclamó Sara. Parecía no querer parar.

    b) Los guiones y los dos puntos

    Los dos puntos van siempre detrás del segundo guión, excepto en el caso de los incisos antepuestos de los diálogos.

  • Observen los siguientes casos —extraídos de la misma obra—:
    Tengo sed —dijo. Y continuó: —¿Me podrías dar un vaso de agua?

  • Ejercicio

1. Completa de manera adecuada la puntuación de estos textos llenando los cuadros vacíos con guiones o dos puntos:

De regreso a casa, Daniel, el Mochuelo, le dijo a su padre:
Padre, ¿crees que me quedará señal?
Apenas le hizo caso el quesero
Nada, eso se cierra bien.
Daniel, el Mochuelo, casi tenía lágrimas en los ojos.
Pero... pero, ¿no me quedará nada de cicatriz?
Por supuesto, eso no es nada repitió, desganado, su padre
Daniel, el Mochuelo, tuvo que pensar en otra cosa para no ponerse a llorar. De pronto, el quesero le detuvo cogiéndole por el cuello:
Oye, a tu madre ni una palabra, ¿entiendes? No hables de eso si quieres volver de caza conmigo, ¿de acuerdo?

MIGUEL DELIBES, El camino. Edit. Destino

¿De qué se ríe, abuelo? ¿No le gustan?
Muchísimo, ¡vaya cuero bueno!... Te habrán costado caros... Pero mira mis manos, mujer; no caben.
Andrea, asombrada porque compró precisamente la talla más grande, compara manos con guantes y se confunde en disculpas. El viejo intenta consolarla, pero la realidad es implacable. Los guantes son lo bastante largos, pero esas zarpas de oso montañés no entran.
Soy tonta, lo siento... concluye Andrea. No se me ocurrió nada mejor para sus Reyes.
El abuelo contempla sus manos orgulloso como nunca
¡No las hay iguales en Milán y, además de ser tan recias, abrochan botoncitos de niño!
Por la tarde le relata el episodio a Hortensia, que le esperaba en su ático con la sorpresa de una bufanda. Ella ríe, pues por un momento pensó también en guantes, pero recordó esas manos.
¿Qué lana es ésta? Seguro que tiene química sospecha el viejo, al sentir tanta suavidad en torno a su cuello.
De la mejor explica Hortensia. Inglesa.
Si es inglesa, me fío... Y acaricia llevarla.

JOSÉ LUIS SAMPEDRO, La sonrisa etrusca. RBA Editores

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EL GUIÓN