El protocolo surge de numerosas reuniones entre especialistas
y pretende recoger el máximo consenso que sea posible
entre las personas implicadas en su redacción. Este tipo de
texto es muy especializado, por lo que sus redactores
serán especialistas de un área muy concreta, y tendrán siempre
presente el objetivo de redactar un texto claro, ordenado
y general, que pueda ser el común denominador en
toda una serie de situaciones que se repiten con frecuencia
en un ámbito laboral concreto. Las pequeñas desviaciones particulares
de ese común denominador deberán ser evaluadas en equipo y
aprobadas también por todo el equipo de personal que tenga
capacidad de decisión ante estos temas.
Es muy importante establecer un correcto orden de prioridades
al redactar este tipo de documentos, y a esto nos referíamos
antes al decir que el texto debe ser ordenado. Normalmente
se tratarán en primer lugar las cuestiones de mayor relevancia
según el tema, y en último término las que sean menos importantes.
La unidad de párrafo es fundamental para establecer
este orden. Muchas veces los párrafos van numerados para indicar
estas jerarquías, pero también se recurre a otras formas de
organización del texto, siempre para marcar cuáles son las
prioridades y qué elementos se consideran más relevantes.
Casi siempre se utilizan las marcas tipográficas para establecer
las jerarquías y prioridades en cuanto a los tópicos o temas
de los que trata el texto. Muchas veces se utilizan enumeraciones,
que serán también ordenadas en función de las prioridades
establecidas a criterio de los especialistas.
Los protocolos siempre parten de otros textos, normalmente
más generales, que son las medidas básicas que proponen
las Administraciones, medidas básicas de actuación en
el caso de determinadas situaciones que afectan a estos colectivos
profesionales de los que estamos tratando. Por lo tanto, los
redactores de los protocolos deberán conocer muy bien las
directrices y normativas que provienen de esas Administraciones,
y a ser posible, también la forma de trabajar de otros centros
del mismo ámbito estatal o bien de otros países.
El consenso en la elaboración de los protocolos es necesario
porque las pautas de actuación que en ellos se establecen
serán de obligado cumplimiento para el personal que
trabaje con ese texto en un determinado centro. Es decir,
los protocolos son textos normativos en determinados
contextos. Solo podrán hacerse determinadas excepciones a
los pasos sugeridos en los protocolos en casos muy especiales,
con el acuerdo de todas las personas implicadas, y siempre
que esté debidamente justificado por causas mayores.
Evidentemente, cada centro médico o de investigación elabora
sus propios protocolos, a partir de unos protocolos generales
que parten de las Administraciones competentes, y es obligatorio
seguir sus medidas en cada centro concreto. En algunos casos,
existen protocolos intercentro, enriquecidos con las experiencias
de distintas formas de hacer y distintas perspectivas, cuando
se han constituido equipos con personas que trabajan en diferentes
organismos.
Normalmente un protocolo es un texto muy esquemático y sintético,
muy instructivo y descriptivo, aunque muchas veces combina
las estructuras en imperativo con las pasivas o bien con otras
construcciones impersonales. De hecho, el protocolo es un
texto fundamentalmente impersonal, en el que no se aprecian
trazas ni del "yo" redactor ni del "tú" destinatario; es neutro
y demodalizado, y también muy conciso. Muchas veces los protocolos
son textos muy poco redactados, o en los que no se aprecia
apenas redacción alguna (ver ejemplo 2 de este apartado);
en estos casos, los elementos lingüísticos utilizados no son
otra cosa que enumeraciones de elementos nominales o de nominalizaciones
que implican instrucciones.