Es poco probable que de una investigación con deficiencias
metodológicas surja un buen artículo, pero sí sucede a menudo
que de una buena investigación no resulte un buen artículo,
porque no se conoce el modo adecuado de elaborarlo. Los artículos
científicos se redactan de acuerdo con unas normas que deben
ser cumplidas por todos los redactores de este tipo de textos.
Dichas normas afectan tanto a la estructura, a la extensión
y al estilo, como a la presentación y al formato.
El problema de la creciente redacción de artículos y la necesidad
de una estandarización de los mismos surgió hacia los años sesenta.
En los EUA el American Institute of Biological Sciences de Washington
publicó en 1960 lo que se considera el manual más antiguo para
la enseñanza de la redacción científica. Se trata del Style
Manual for Biological Journals, cuya autoría corresponde
al Comité sobre Forma y Estilo de la Conference of Biology Editors.
Las siguientes ediciones, según Martínez de Sousa (ver apartado
bibliográfico), son de 1964, 1972, 1978, 1983 y 1994 y corren
a cargo del Council of Biology Editors, organismo en el que
se creó un Comité de Política Editorial. En 1987 se tradujo
al español la quinta edición del Style Manual for Biological
Journals con el título de Manual de estilo: guía para
autores, editores y revisores en el campo de la medicina y la
biología (primera obra de referencia en materia de redacción
científica y de estilo lingüístico para este tipo de textos).
En 1962 la Unesco publica un documento (Unesco/NS/177) con
las normas que deben aplicarse en toda publicación científica.
El comité que redactó esas normas pretendía examinar los medios
para llevar a cabo una actividad internacional eficaz que permitiera
mejorar la situación de la información científica. El comité
consideró que la falta de unas normas libremente aceptadas en
materia de redacción y de publicaciones de las informaciones
científicas era una de las causas principales del inútil aumento
de los documentos publicados, así como de los gastos que entraña
su publicación y su tratamiento posterior en los servicios de
indización y de extractos, y en las bibliotecas. Las normas
se difundieron en diferentes lenguas.
En 1968 la UNESCO publicaba su nueva Guía para la redacción
de artículos científicos destinados a la publicación, en
la que se tuvieron en cuenta todas las sugerencias y comentarios
recibidos en relación con las normas redactadas en 1962. El
documento tuvo muy buena acogida, al conservar todos los elementos
esenciales de las normas, pero acompañarlos de comentarios,
detalles y sugerencias secundarias, de carácter explicativo,
que facilitaban su comprensión y utilización.
El American National Standards Institute (ANSI) de Nueva York
publica en 1969 una norma para abreviar títulos en las publicaciones
periódicas y en 1972 presenta su "Preparación de los artículos
científicos para su presentación escrita u oral", en la que
define la fórmula conocida como IMRaD (Introducción, Material
y Metodología, Resultados y Discusión; en español, IMRyD).
Actualmente se suele utilizar este esquema al redactar artículos
científicos.
En 1978 se reunieron algunos directores de revistas médicas
generales de referencia en Vancouver (Canadá) para establecer
unas pautas sobre el formato de los originales de los autores.
A los participantes en esta reunión se les llamó Grupo de Vancouver.
Las normas que surgieron de esa reunión se publicaron por primera
vez un año después. Este grupo se convirtió más tarde en el
actual International Committee of Medical Journal Editors (ICMJE),
que se reúne anualmente. El comité elaboró en 1982 unos Requisitos
de uniformidad para originales presentados a revistas biomédicas.
En 1997 teníamos la quinta edición (ver http://usuarios.bitmailer.com/rafabravo/uniformcast.htm,
página en la que aparece un resumen de los Requisitos en español).
La aceptación de estas normas es generalizada actualmente; más
de 500 revistas de todo el mundo las siguen, y son consideradas
de referencia en el ámbito de la publicación científica de primer
orden.
Existen diversos tipos de texto que sirven para la comunicación
científica y que son de gran importancia, además del artículo
científico. Se trata de publicaciones como las comunicaciones
breves, en que los temas son similares a los de los artículos
originales pero la información es preliminar o solamente sugerente
(su extensión admite hasta 750 palabras, 10 referencias y 2
tablas, más figuras en la investigación médica). En Medicina
se utiliza también el caso clínico, con una extensión
similar a la de los artículos breves, y que puede ampliarse
si incluye más de un solo caso. Existen también publicaciones
secundarias y servicios de información, administrados por
importantes organismos comerciales o gubernamentales y que se
ocupan de la elaboración de resúmenes y de la indización de
publicaciones primarias (con artículos originales, es decir,
artículos científicos propiamente dichos), así como del almacenamiento
y recuperación de la información contenida en ellas (resumes
analíticos y palabras clave). Por último, los artículos de
revisión son investigaciones realizadas sobre un tema determinado,
en el que se reúnen, analizan y discuten informaciones ya publicadas.
Su alcance depende de la publicación a la que se destina. El
autor de un estudio recapitulativo debe tener en cuenta todos
los trabajos publicados que han hecho avanzar el tema.
En todas estas publicaciones se utiliza el mismo tipo de lenguaje:
claro, bien estructurado, con tendencia a las
frases cortas y al orden lógico (sintaxis muy
sencilla), con mucha terminología, y espíritu de
síntesis y de concisión. El texto es, en general,
lingüísticamente demodalizado, es decir, impersonal, sin marcas
del "yo" ni elementos que se puedan entender como subjetivos.
Domina el tono de imparcialidad y de rigurosidad que se espera
de las obras científicas.
Nos centraremos ahora en el artículo científico, como
texto científico primario, es decir, fundamental para el avance
de la Ciencia. Los artículos científicos constan de los siguientes
elementos constitutivos en cuanto a su estructura:
- Título
- Autoría
- Resumen analítico
- Línea de palabras clave
- Introducción
- Material y métodos
- Resultados
- Discusión
- Agradecimientos
- Referencias bibliográficas
- Apéndices
El título debe describir el contenido de forma clara
y precisa, que permita al lector identificar el tema fácilmente,
y a los servicios de información, catalogar y clasificar el
material con exactitud. Debe ser corto, no debe exceder de las
15 palabras, según las Normas de Vancouver, por lo que dichas
normas aconsejan que se eviten las preposiciones y los artículos,
el utilizar expresiones repetitivas como "estudio sobre", investigación
acerca de", etcétera y el uso innecesario de subtítulos. El
título suele ser lo último que se escribe, porque entonces es
cuando se tiene una idea general del artículo y la identificación
clara y precisa tanto del problema como de los objetivos.
La autoría es un aspecto al que se dedican muchas líneas
en las Normas de Vancouver. Deben aparecer como autores aquellos
que han realizado una contribución intelectual sustancial y
los que por ello deben asumir la responsabilidad del contenido
del artículo. No es adecuado incluir como autores a personas
cuya contribución al artículo ha sido mínima o nula (autoría
injustificada) o negarle crédito de autor a una persona que
es responsable de una parte decisiva del contenido intelectual
del artículo (autoría incompleta). La usurpación de la autoría
es éticamente inaceptable y quien comete este tipo de infracción
debería hacerse acreedor, por lo menos, a una sanción moral
de parte de sus colegas.
Para la autoría múltiple no existe un límite neto que
permita distinguir un número "aceptable" de autores de un número
"excesivo". Actualmente son cada vez más frecuentes los artículos
multiautoriales, pero es importante tener en cuenta dos cuestiones:
hay que conceder tal categoría cuando esta sea merecida y responsable,
y no olvidar que el auge de este tipo de artículos causa muchos
problemas a los editores, a los bibliógrafos y a los investigadores.
En cuanto a la autoría corporativa, es frecuente en el mundo
científico general, y no es otra cosa que una autoría múltiple
en la que, además, se cita el centro coordinador del estudio
o el conjunto de centros involucrados en él; igualmente hay
que mencionar a pie de página a los autores principales del
estudio. Con respecto al centro o centros involucrados en la
investigación, hay que dar los datos completos de esas instituciones,
con la dirección exacta.
El resumen tiene el objetivo de orientar al lector para
que pueda identificar el contenido básico del artículo de forma
rápida y precisa, y para que pueda determinar su nivel de relevancia.
Después del resumen suele adjuntarse el abstract, que
suele ser ese mismo texto del resumen, pero traducido al inglés.
El abstract tiene la función de resumir el artículo en lengua
inglesa para que se pueda indizar el contenido y de este modo
distribuir la información a toda la comunidad internacional
de científicos.
El contenido debe expresar de manera clara y breve los objetivos
y el alcance del estudio, los procedimientos básicos, los métodos
analíticos y de observación y los principales hallazgos y conclusiones.
Según las indicaciones del Grupo de Vancouver, debe redactarse
en tercera persona y en tiempo pasado, excepto la frase concluyente.
Hay que excluir las abreviaturas y las referencias bibliográficas.
Según las mismas normas, el resumen puede ser de tres tipos:
descriptivo, informativo y estructurado.
El resumen descriptivo da una idea general del estudio,
su extensión es de 50 a 100 palabras y no suele ser recomendable
para revistas científicas. El resumen informativo es similar
a un miniartículo; su extensión es de entre 150 y 200 palabras.
El resumen estructurado se divide en los siguientes apartados:
objetivos, diseño, lugar y circunstancias, pacientes (u objetivo
del estudio), intervención, mediciones y principales resultados,
y conclusiones.
El tipo de resumen será distinto dependiendo de la publicación
y de las normas editoriales de la revista en la que se vaya
a publicar la investigación. Los errores más frecuentes respecto
de los resúmenes en los artículos de investigación son: que
no aparezcan, es decir, que no haya resumen, que no sean inteligibles,
que no contengan información relevante, que incluyan conclusiones
no relacionadas con el texto, que falte precisión, concisión
y ordenamiento.
Al final del resumen el autor debe definir de 3 a 10 palabras
clave que ayuden a la indización cruzada del artículo. En
Medicina se recomienda utilizar los términos del MeSH (Medical
Subject Headings) del Index Medicus más reciente. En otras especialidades
científicas, se puede utilizar otro tipo de tesauros específicos,
o bien tesauros generales elaborados por organismos internacionales
de referencia (como la Unesco, por ejemplo).
En la introducción es necesario identificar nítidamente
el problema o cuestión de que trata el artículo y encuadrarlo
en el momento actual, exponiendo brevemente cuáles son los trabajos
más relevantes, y destacando las contribuciones de otros autores
al tema objeto de estudio. Se trata de contextualizar el estudio;
esto implica, lingüísticamente hablando, la redacción en tiempo
presente. Hay que justificar las razones por las que se ha emprendido
el estudio y formular las hipótesis y los objetivos pertinentes.
La redacción del capítulo sobre los materiales y la
metodología empleados es muy importante. Su contenido
debe permitir a cualquier científico especializado en el tema
replicar la investigación. La piedra angular del método científico
está en que los resultados obtenidos, para tener valor científico,
sean reproducibles; por lo tanto, hay que suministrar la base
para que otros científicos puedan repetir los experimentos para
ampliar los resultados o bien para llegar a conclusiones distintas.
En este apartado metodológico, habrá que definir la muestra
o grupo de estudio y la adscripción de determinados sujetos
al grupo o grupos de estudio, definir el diseño experimental
que se ha seguido, la intervención por parte de los investigadores
en la muestra para producir una serie de cambios que después
deberán ser valorados, el método de análisis y el tratamiento
de la información (análisis estadístico). Con respecto a los
métodos, se dará solo la referencia de los que ya son conocidos
por la mayor parte de los científicos, pero sobre los nuevos
o los que se hayan modificado sustancialmente, se explicarán
las razones por las cuales se usan y sus limitaciones, si las
tuvieran.
En los experimentos con seres humanos (en Medicina, sobre
todo) se debe indicar si se han seguido los patrones éticos
de la Declaración de Helsinki de 1975, revisada en 1983. En
experimentación animal se indicará si se han seguido las pautas
señaladas por la institución competente o por alguna ley nacional
en el uso y cuidado de los animales, o se notificarán las recomendadas
en la guía del National Research Council.
Los errores más frecuentes en el capítulo metodológico son
que el diseño sea inapropiado para los objetivos del estudio,
que esté en desacuerdo con el nivel actual de conocimientos
sobre el problema o que contenga inconvenientes éticos (solo
en determinadas áreas científicas), que la muestra no sea representativa
del universo, que exista imprecisión en la descripción de los
materiales o de los métodos de análisis propios de la especialidad
(por ejemplo, clínicos en Medicina) o estadísticos, y que exista
falta de orden en la presentación de los materiales y de los
métodos.
En el capítulo de los resultados debe presentarse solo
la información pertinente a los objetivos del estudio, los hallazgos
deben seguir una secuencia lógica, mencionándose los más relevantes,
incluso aquellos contrarios a las hipótesis; se debe informar
con tal suficiente detalle que permita justificar las conclusiones.
Los resultados obtenidos deben cuantificarse con medidas adecuadas
de error o incertidumbre, notificar las reacciones de la muestra,
indicar el número de observaciones y el recorrido de los datos
observados, notificar la pérdida de participantes en el estudio,
especificar las pruebas aplicadas para analizar los resultados.
Los autores deben utilizar los términos como tales, evitando
su banalización, incluso en aquellos vocablos que también pueden
ser utilizados como elementos del léxico común.
Los cuadros y los gráficos se utilizarán solo cuando contribuyan
a la nitidez de la explicación. En el texto se deben citar todas
las tablas, figuras y las referencias bibliográficas. Debe utilizarse
el tiempo pasado y cuidar de no repetir lo descrito en el capítulo
anterior (metodología).
La discusión es el capítulo principal en la redacción
del artículo científico. En ella se examinan e interpretan los
resultados obtenidos en la investigación en el marco conceptual
de referencia, se discute la coherencia y las contradicciones
fundamentales de los datos obtenidos, se evalúan y califican
las implicaciones de los resultados con respecto a las hipótesis
originales. Es el espacio en el que se produce el vuelo teórico
del investigador, de donde emergen los nuevos conocimientos
y las hipótesis que deberán ser verificadas en estudios posteriores.
El lector debe obtener en este punto respuestas claras y directas
sobre si el estudio ha dado respuesta al problema planteado
en la introducción. Habrá que explicar aquí cuál es la contribución
real del artículo, a qué conclusiones se ha llegado y las implicaciones
teórico-prácticas que se pueden inferir del estudio. En muchas
revistas el capítulo de las conclusiones está incluido en la
discusión. No hay que repetir los resultados sino discutirlos
a la vista de todo el trabajo en conjunto, del experimento,
del marco teórico y de las perspectivas que el estudio abre
para más adelante. Hay que evitar las conclusiones sin apoyo
de los datos obtenidos y las discusiones superficiales que oscurecen
y limitan el trabajo, en lugar del enriquecerlo.
En los agradecimientos el autor reconoce la cooperación
de las personas y de las instituciones que le han ayudado en
sus investigaciones, a los que han revisado el manuscrito del
artículo y a los que han contribuido a la redacción del mismo.
Las referencias bibliográficas permiten identificar
las fuentes originales de las ideas, los conceptos y los métodos,
las técnicas y los resultados que provienen de estudios anteriores,
a los que el autor ha tenido acceso y que de alguna manera le
han orientado en su trabajo. Las referencias se suelen numerar
de forma consecutiva, con números arábigos situados entre paréntesis,
en el orden en que han aparecido por primera vez en el texto.
El Grupo de Vancouver recomienda usar en las referencias bibliográficas
el formato utilizado en el Index Medicus por la Biblioteca
Nacional de Medicina de los Estados Unidos de Norteamérica (US
National Library of Medicine).
Conviene evitar el uso de los resúmenes en calidad de referencias,
las observaciones no publicadas, o la cita de citas: las referencias
deben ser consultadas siempre a partir de los documentos originales.
Las explicaciones personales pueden ser introducidas en el texto
entre corchetes ([ ]). Hay que excluir las citas de tesis de
maestría o de doctorado no publicadas, que, en caso de ser imprescindibles,
se notarán a pie de página. Se pueden incluir los trabajos aceptados
para su publicación, aunque no hayan sido publicados todavía,
añadiendo "en prensa" entre paréntesis.
Algunos artículos requieren de la introducción de documentos
adjuntos y complementarios, que son los apéndices. En estos
apartados podemos incluir toda la información que por su extensión
o configuración no encuadre bien dentro del cuerpo del artículo
y que, en cambio, sea necesaria para su adecuada comprensión.